EL VIAJE.- El inicio
Medio siglo entre palos, clases y bolas
Este año se cumplen 50 años desde que empecé a jugar al golf. Medio siglo. Se dice pronto.
Todo comenzó en Zaragoza, en el club La Peñaza, de la mano de Vicente Ballesteros. Tenía apenas 12 años cuando gané mi primer trofeo, y desde entonces, el golf ha sido una constante en mi vida.
En 1975 me mudé a Valencia y me incorporé al Real Club de Golf Manises. Desde entonces, he jugado campeonatos de todo tipo: nacionales, interclubs, torneos autonómicos, locales e incluso algún internacional. Llegué a jugar con handicap 4. No alcancé el nivel de élite, pero en aquella época era un jugador competitivo y sólido.
Siempre he mantenido una rutina de formación. He dado —y sigo dando— clases semanales. He tenido la suerte de aprender con grandes profesores: Eloy Pinto, con quien sigo trabajando actualmente, y Cristian Ziff durante mis 14 años en Alicante. Cada clase, cada sesión, ha sido parte de un camino largo y apasionante.
He pertenecido a varios clubes: La Peñaza (mi punto de partida), el RCG Manises, El Bosque, Alenda y Alicante Golf. Todos han formado parte de mi historia golfística y personal.
El punto de inflexión
En 2023, me sometí a una operación de fusión lumbar. Fue un antes y un después. La edad y la operación me hicieron perder distancia, y eso, en golf, se lleva mal. Muy mal.
Durante un tiempo, me costaba disfrutar. Salía al campo con la única meta de “no hacer muchas”. Había dejado de sentir la alegría del juego. Me frustraba ver cómo invertía tiempo, dinero y esfuerzo en entrenar… sin resultados claros.
Me ponía frente a la bola y mi cabeza se convertía en una tormenta de pensamientos:
“Sube recto arriba” —mi swing siempre ha sido bajo y plano, lo apodaron ‘swing chaparro’—,
“arrastra las manos”,
“arma la cadera”,
“baja por dentro”,
“acaba el swing”…
Un caos. Un sufrimiento.
Un día, jugando con mi amigo Óscar, me soltó una frase que me hizo pensar:
“Pero Guillermo, si tú sabes. Has aprendido desde niño y llevas un montón de años.”
Y tenía razón. Sabía de técnica. Tenía miles de bolas golpeadas, centenares de horas de clase… Entonces, ¿qué estaba fallando? ¿Y si los problemas no estaban en el swing, sino en la cabeza?
El viaje interior
Fue ahí cuando decidí ir a una psicóloga deportiva. Una sola sesión bastó para darme cuenta de que no estaba entrenando mi parte más importante: la mente.
Desde entonces, he empezado un nuevo camino. He recopilado libros, leído anécdotas de grandes jugadores, estudiado rutinas mentales. He comenzado a incorporar todo esto en mis entrenamientos. Y he decidido compartirlo.
Este blog es parte de ese viaje. Iré escribiendo sobre lo que aprendo, lo que experimento, lo que me funciona. Si estás leyendo esto y alguna vez has sentido que “sabes jugar, pero no logras fluir”, quizás este camino también sea para ti.
Quiero cerrar esta entrada con una frase que me marcó profundamente, y que fue clave para dar este giro mental:
“En casi todos los deportes que requieren una habilidad motora, el deportista logra sus mejores resultados cuando no piensa.”
En términos más científicos: el subconsciente es el mejor aliado para controlar las habilidades motoras. Cuando la mente consciente entra en escena, el cuerpo se bloquea.
Y ahí está la gran pregunta:
¿Cómo logramos callar esa voz interna cuando jugamos?
Ese será uno de los hilos conductores de este blog.
Gracias por acompañarme en este viaje.
Comentarios
Publicar un comentario