EL PROBLEMA ESTA: ¿EN EL FALLO O EN MI REACCION AL FALLO?

El fallo no manda. Lo que importa es cómo reaccionas.

Inspirado en el capítulo 6 del libro “Cómo piensan los campeones” de Bob Rotella

Este capítulo me dejó pensando más de lo habitual. Rotella lo plantea con claridad: el fallo no es el problema. El problema es cómo reaccionas. Parece sencillo… pero no lo es. Al menos para mí, no lo está siendo.

Durante mucho tiempo he creído que cada error decía algo sobre mí como jugador. Que fallar era una especie de veredicto: “No vales”, “no estás a la altura”, “vas para atrás”. Y lo peor no era el golpe en sí… sino todo lo que venía después en mi cabeza. El juicio, la rabia, la comparación, la inseguridad, etc.

Ahora estoy intentando aprender a identificar ese bucle, para gestionarlo y que afecte lo menos posible a mi juego. Aprendiendo a reaccionar de otra manera. No tengo aún la fórmula mágica, pero estoy practicando.

Todos fallan. Pero no todos reaccionan igual.

Rotella lo deja claro desde el inicio: los campeones también fallan. Lo que los diferencia es que no hacen drama. No se castigan. No convierten un fallo en una catástrofe emocional.

Yo sí lo hago. O lo hacía. Bueno, lo sigo haciendo a veces. Fallo un drive y ya empiezo con la película: “Otra vez”, “no levantas cabeza”, “así no hay manera”.

Y lo curioso es que cuanto más me machaco, peor juego. No es casualidad. El cuerpo se tensa, la mente se cierra. He leído que cuando te enfadas, se activa la amígdala, la parte más emocional del cerebro, y se bloquea la parte que toma decisiones. Y claro, así es imposible jugar con calma o estrategia.

Estoy intentando frenar ese diálogo interno. No es fácil. Pero al menos ahora me doy cuenta de que existe.

No cambiar de plan a la primera de cambio

Algo que me hizo clic fue esto: los campeones, cuando fallan, no cambian de plan. Siguen con su rutina. Siguen con su idea de juego. Eso les da estabilidad.

Yo no. O no aún. A veces fallo un par de golpes y ya quiero inventar un swing nuevo, cambiar el stance, abrir el grip. Un día empecé a pegar más fuerte “para compensar”. Otro día, cambié a un swing de YouTube que no había probado nunca. Imaginad el resultado…

Ahora estoy probando a no moverme del plan. A decirme: “Sigue. Haz lo que sabes hacer. Aunque no salga bien esta vez.”

Es raro al principio, porque me sale natural querer “arreglar” todo. Pero empiezo a entender que persistir es más valioso que improvisar.

Cuando fallas, sientes. Pero puedes soltar.

Otra parte que me tocó fue el “duelo emocional” del fallo. Rotella dice que es natural sentir rabia, tristeza, frustración. El problema es quedarse enganchado ahí.

Me ha pasado mil veces. Un putt fallado en el hoyo 8… y sigo rumiando hasta el 12. Como si necesitara castigarme un poco más antes de volver a jugar suelto.

Estoy probando con una pequeña rutina: fallo – respiro – sigo. Solo eso. Una respiración larga. A veces digo en voz baja: “Es solo un golpe.” Otras veces no me sale nada, pero al menos no sigo echándome tierra encima.

Un apunte sobre la sofrología

Pronto empezaré a escribir sobre sofrología, pero aplicada al golf. Creo que puede ser una gran herramienta para cambiar el chip. No en vano, la sofrología busca:

  • Mejorar la conciencia corporal y mental: a través de ejercicios de respiración, visualización y movimientos suaves, ayuda a tomar conciencia del cuerpo y de las emociones.
  • Reducir el estrés y la tensión: las técnicas de relajación promueven la calma y el bienestar.
  • Desarrollar la autoconciencia: permite gestionar mejor las emociones y afrontar situaciones difíciles.
  • Mejorar el rendimiento: se utiliza en el deporte para mejorar la concentración, la memoria y la confianza.
  • Complementar tratamientos médicos: por ejemplo, en casos de ansiedad, insomnio o dolor crónico.

Entrenar la respuesta, no solo el swing

Me gustó mucho la idea de Rotella de que se puede entrenar la respuesta al error. Así como se entrena el putt, se entrena la reacción.

Estoy escribiendo algunas frases en mi tarjeta para decírmelas si me bloqueo:

  • “Sigo con mi plan.”
  • “Este golpe no me define.”
  • “Solo es un bache. La vuelta sigue.”
  • “Solo preocúpate en pasar.”

Sé que suena un poco autoayuda. Y a veces me da hasta vergüenza decirlas. Pero cuando las digo, algo cambia. Me devuelven a tierra firme.

Mi favorita por ahora es: “Todavía soy el mismo jugador. Solo ha sido un mal golpe.”

Cuidado con lo que digo… incluso de broma

Otra cosa que estoy observando es cómo hablo de mí mismo mientras juego. Antes decía mucho “hoy no es mi día”, o “estoy jugando fatal”. Incluso en tono de broma. Pero Rotella dice que eso programa el cerebro. Que lo que decimos, aunque sea en broma, se graba.

Y lo he comprobado. Cuando me digo “estoy fatal”, juego peor. Es como si el cuerpo obedeciera a esa orden.

Así que estoy cambiando el lenguaje. En vez de “esto es un desastre”, digo: “Vamos golpe a golpe”. O “hoy toca jugar con cabeza”. Me cuesta, porque no siempre me lo creo… pero me ayuda a no empeorar las cosas.

No se trata de empezar bien, sino de seguir bien

Lo más potente del capítulo, para mí, fue esto: los campeones no se definen por cómo empiezan. Se definen por cómo responden.

Rory McIlroy ha tenido vueltas donde empezó con errores… y terminó bajo par. Seve Ballesteros hacía magia en los peores líos. No porque no fallaran, sino porque no se venían abajo. Ajustaban. Seguían creyendo en su juego. No se rendían.

Yo estoy intentando hacer eso. No rendirme cuando algo sale mal. No cambiar de guion. No dramatizar. Solo seguir con el plan.

Reflexión final (por ahora)

Estoy aprendiendo –poco a poco– que el error no es el fin de nada. Que no tengo que hundirme. Que puedo fallar… y aún así disfrutar del siguiente golpe.

No lo hago siempre bien. A veces vuelvo al viejo hábito de castigarme. Pero ya no me quedo ahí tanto tiempo. Ya tengo herramientas para volver.

Una respiración. Una frase. Una sonrisa, si puedo. Y el recuerdo de que esto es golf. Y que el golf no es para los perfectos… sino para los que saben seguir.

La próxima vez que falle, quiero poder decirme con calma:
“Sigo con mi plan.”

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